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Neoclásico
en México.
A fines del siglo XVIII, la
Ciudad de México se somete a una serie de obras de transformación que siguen
las concepciones urbanísticas europeas formuladas en estilo neoclásico. Este
impulso constructor decrece después de la Independencia para renacer con toda
su fuerza durante el Porfiriato. Muchas iglesias decidieron cambiar los estilos
convencionales experimentando con el neoclásico; desapareciendo lentamente
fachadas repujadas y retablos dorados, a cambio por los concebidos en estilo
neoclásico, tan limpios, fríos y moderados en su ornamentación.
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